Preside la tarde interminable
una lenta mirada de los dioses.
En torno a la ciudad abandonada
teje la yedra un muro de fatigas
y el silencio
tañe, solemne, su mágica campana.
Sobre un fragmento de cristal
yacen los sueños.
Al amparo del cerro solitario
en el puerto cálido y oscuro,
Nausícaa
ofrece su adiós al último guerrero.
Barcelona
20/11/1983