Cuarta virtud teologal: lealtad (Otra historia de traición)

 

 

Intro.

 

“No hay nada en la tierra más preciado
que la amistad verdadera”
Tomás de Aquino

A la lealtad se le debería reconocer la condición de virtud teologal. La cuarta. Aunque ello suponga el infierno para muchas personas. O precisamente por eso. Debería ser una virtud teologal. A la altura de la fe, de cada uno …. por supuesto, pero muy por encima de la esperanza y la caridad. Al menos en la religión que desearía profesar.

 

 

El sobre lacrado.

“Míralos como reptiles, al acecho de la presa…”
“La belleza”
Luis Eduardo Aute

En el fondo de la caja que me entregó su viuda,
Emilio había depositado varios sobres.
Diversos tamaños, distintos colores.

La primera vez, me llamó la atención uno de ellos,
porque llevaba un pequeño sello de lacre con un “e” minúscula grabada.
Pero allí quedó.

Hay mas sobres, aún sin abrir… pero
en estos días extraños que nos ha tocado vivir, no sé por que…
recuperé, y abrí, el sobre lacrado.

Emilio tuvo, a raíz de un percance de salud,
pocos años antes de morir,
un serio problema con el que había sido su socio durante mucho tiempo.
Supe de la historia un poco por casualidad. Me la contó una amiga común.
Emilio nunca soltó ni palabra sobre el tema.

Y, mira tú por donde, allí, en el sobre, estaban los vestigios de ese capítulo.
Folios con frases aparentemente deslavazadas,
fragmentos de papel con rotulación en mayúscula,
hojas cuadriculadas con la personal y, en ocasiones,
indescifrable letra de Emilio…,

un librillo, arrancado de una agenda de viaje, minúsculo,
lleno de anotaciones, varias citas de terceros,
por momentos desahogo, a veces catarsis, a ratos confesión,
.. un conjunto aparentemente inconexo.


Pero dedicándole los pocos ratos libres que me ha dejado
la actual carga de trabajo,

haciendo una vez mas de arqueólogo literario,
me atrevo a afirmar que el conjunto tiene mas coherencia
de lo que a primera vista podría parecer. De hecho, si lo valoras globalmente,
parece el embrión de una novela corta.
Muy en embrión.

Es curioso que la primera lectura ponga de manifiesto un uso singular de los tiempos verbales.
Emilio los banaliza y cuesta entender si lo hace a propósito o,
simplemente, es una limitación estilística de un literato escaso.
Espero que Emilio no me tenga en cuenta el comentario.

He ordenado mínimamente el conjunto, aprovechando que tenía una cierta idea sobre lo acontecido, y así lo publico.
Es posible que, mas adelante, me atreva a rehacer la historia completa, sin los parrafeos que Emilio omitió no sé bien porque
y escriba, para Emilio, esa novela.

Por cierto, el sobre era del color del oprobio.

 

 Short Message Service (sms). (1)

¿Y me dices que somos amigos? M., ya lo sé.
Tengo las cicatrices y las facturas que lo prueban”
“La rata en llamas”
George V. Higgins

Inicio del S.M.S.

«Bueno, socio, allá vamos. Apago el móvil.
Supongo que todo va a salir bien, pero …. si no fuere así….
tengo la sensación de que podría irme “a la francesa”.
Y eso no está bien.
Haremos aún muchas cosas juntos. Pero si algo saliera mal, que sepas que te estoy muy agradecido por estos años de ruta común.
Y si alguna vez no he estado a la altura, te ruego no me lo tengas en cuenta.
Un abrazo fuerte.
Pd. Si no te importa, llegado el caso, échales una mano a mi mujer y a mis hijos”.

Fin del S.M.S.

Menos mal que el destino, o no sé yo muy bien que……, me dio algunos años mas de vida. ¿En manos de quién hubiera dejado a mi familia…….?

 

 

El primer aviso.

Debí de haberlo imaginado el día en que se puso a gritar, desaforadamente, en el juzgado. Delante de todo el mundo. Justo cuando le estaba consiguiendo su triunfo más preciado y, a la vez, más fácil. “Estoy hasta los cojones de hacer siempre lo que dices”. Así. A grito pelado. Delante de todo el mundo: funcionarios, letrados, testigos, peritos, detectives…. cuando acababa de lograrle lo impensable.

Torpe de mí. Enseñó sus cartas y no fui capaz siquiera de intuirlo. Ni su amistad era cierta ni sentía por ni el más mínimo respeto. Y eso que, todavía aun hoy no sabe nada de la real trastienda del caso; el memo de mi socio había perdido las pruebas esenciales y fuimos a la vista oral con el culo al aire. Y si no, que se lo pregunte a la buena de la detective y que les explique algo sobre la cata de vinos de la noche anterior, eterna, y lo que sufrió hasta que el asunto se resolvió.

Tiempo después encajó todo. Cuando apareció la pieza que faltaba. Como si hubiera estado durante años montando, inútilmente, uno de esos puzles imposibles … que no hay manera de encaminar, que no logras encarrilar ni a tiros … hasta que, casi sin querer, descubres la pieza clave… la relevante. Solo que, como de costumbre, tardé en dar con esa tecla.

 

 

El estratega.

“Un verdadero amigo nunca se atraviesa en tu camino
a menos que hayas tropezado”
H. Glasow
Empresario-editor de una revista de humor

 

Me recuperé del percance antes de lo previsto. Y eso cogió distraídos a mas de uno. Que, por lo visto después, habían hecho cábalas en torno a mi edad y a mi salud. Había sido tan duro que no contaban con que mucho antes de un año estuviera a pleno rendimiento de nuevo. Error de cálculo. Sin duda. Que pilló con la guardia baja a los estrategas que “jugaban a los tronos”. Esos que, por otra parte, salvo cuando se trata de ellos mismos, claro, consideran que el resto de la humanidad son personas de usar y tirar. Tramaron batallitas de salón jugando con el destino de las personas para complacer sus egos de perversos narcisistas de pacotilla. Y sus ambiciones materiales, claro.

Así que, adobándolo con un buen vino, eso seguro, se pusieron a decidir sobre mi vida, presente y futura, para encontrar la forma de agenciarse lo que no era suyo. Y no tuvieron reparo en mancillar la amistad, o lo que yo creí amistad, con el lenguaje infecto de la deslealtad. Llegado el momento, tramaron, sin pudor, y a mis espaldas, una ruta que, bajo pretexto de ceñirse a mis planes, solo beneficiaba los suyos.

 

 

El navajazo o el segundo aviso.

«They want it all, they want it now.
They want to get it and they don’t care how”
They Want It All
David Crosby, 2004

 

El asunto quedó perfectamente encauzado antes de la operación. Logré la información clave agitando mi flauta de la buena estrella. Y a mi cliente le quedó en suerte un negocio de millones de euros.
Meses después, al reincorporarme, una demanda imprevista amenazaba con torcerlo. Y allá que fui, allá que fuimos. Viajes y mas viajes, siempre con mi socio de escolta; no sabía para qué… entonces.
Que mi cliente necesitaba aplazar el juicio, aunque no hubiera motivos, conejo procesal de la chistera y quedaba aplazado.  Que aún no era momento de arriesgarse y había que ganar mas tiempo, otro truco, otro aplazamiento. Y así hasta el día en el que, finalmente, se celebró. Salió todo mejor que bien, mejor incluso de lo que se necesitaba. La otra parte cayó en todas las emboscadas, legitimas, que se le tendieron y, porque no decirlo, sus testigos, convenientemente interpelados, le perjudicaron mas que le aportaron.
Las reacciones de las personas que acaban de vivir un juicio arriesgado y tenso son imprevisibles. Pero él solía ser amable siempre. Un adjetivo agradable, alguna broma para distender el ambiente y … a comer… que era su verdadero objetivo, objetivo compartido, sin duda alguna.
Y, sin embargo, ese día…. se me quedó mirando a los ojos de una manera extraña y lo dejó ir: “Qué buenas instructas prepara Maribel”. Aclaro que Maribel era una de mis colaboradoras mas dotadas. Y que había contribuido a la preparación del tema, por supuesto. Pero la estrategia, el acabado final y gran parte del argumentarlo era mío, y solo mío. Desde luego nada de mi socio. Aquello no venía a cuento… y menos aquel día. Luego, siguiente torpeza, caí del caballo y pude traducirlo. Eso si. Tarde, como casi todo en esta historia. Era lo ultimo que esperaba entonces.

 

 

Frasecitas. (I)


«El despacho soy yo”.

Así, sin anestesia. Emulando, de baratillo, al Richelieu cinematográfico del divertido final de “Los Tres Mosqueteros”, ya sabes, “El Estado soy yo, Luis”, (una ligereza histórica del guion que ahora me viene al pelo), olvidando que, como en la película, D’Artagnan aún podía jugar su baza. Perdiendo de vista la distancia que siempre existe entre lo que eres y lo que crees que eres. Y sin la elegancia que Richelieu exhibe en la derrota, que esa es otra historia.

Eso si. Ignorando las cifras, que demuestran de manera aplastante su capacidad para parasitarse; aportas la tercera parte, pero te llevas la mitad de lo que aportas, mientras el otro, bobo esférico, solo se lleva una tercera parte. Supongo que es la ventaja de considerarse el hombre más inteligente que ha conocido.

 

 

“Excusatio…” o el tercer aviso.

 «La confianza es un ser vivo,
y como tal, nace, crece, se reproduce y muere…“
«Todo lo peor”
Cesar Pérez Gellida


Nunca había cuestionado su lealtad. Jamás. Y aquel día, como tantos otros en el ultimo año, él y sus sinuosas maneras se aposentaron en la silla de respeto y me soltó: “Yo soy un hombre leal”.
Saltó la alarma. “Excusatio……” Debí haber entendido que aquello no auguraba nada bueno.
¿Con qué ánimo inicia el traidor la ruta de la traición? ¿Qué pasa por su cabeza cuando llega ese momento? ¿Qué siente? ¿Y qué le motiva a hacer daño sabiendo que va a hacerlo? ¿Cómo gestiona su escala de valores para justificar lo injustificable?
Pero allí estaba. Un discurso barato. Una radiografía de la mezquindad. Adobado con …… “No vale nada”. “No tengo dinero”. “Me voy a quedar con todos estos”…., así, en despreciativo. Solo que diez minutos después lo iba a reestructurar y sacarle un par de cientos de miles al año.
Ha sido tanta mi sorpresa ante su torpeza que todavía me parecen mentira todas las sandeces que he tenido que aguantar.

J.

“La verdad es como un león. No tienes que defenderla.
Suéltala y se defenderá a si misma”
San Agustín


Me gustaría verlo reaccionar si a su tío le hubieran intentado hacer lo que me han hecho a mi. Me gustaría saber si tendría el mismo criterio.

 

Frasecitas. (II)

 

La capacidad de apropiarse de lo ajeno. De vanagloriarse de haber fundado lo que hacía 25 años que ya existía. De alardear de construir un equipo sin haber dado ni una. ¡Qué capacidad de autocomplacencia olvidarte de las letradas que no funcionaron o de las mas de diez secretarias que contrataste para despedirlas a los quince días! Incapaz de repasar la historia para poner cada cosa en su sitio. Y entonces…… a la tercera copa de vino el “connaisseur” empieza a desbarrar. Sin rubor. Delante del mediador que no media. Después de haberlos queridos despedir a todos… se le llena la boca: “Ahora tienes el mejor equipo que has tenido nunca”. Huelga decir que merito suyo, claro…. Reclamando derechos de autor sin haber escrito ni una línea. Venga. Hay que echarle huevos a la vida. Sin freno. Lo tuyo es tuyo y lo mío, de los dos.

Llegan los refuerzos. (I)

«Dirijo la mirada hacia los montes:
¿de dónde me llegará ayuda?»
Salmos, 121, 1

¿Pero tu eres tonto, o qué?” Hay que querer mucho a una persona para hablarle así, desde la mas íntima de las ternuras, desde la firme amistad. Pero ella no tiene problemas. Nunca tiene problemas. Si no … no le preguntes. La copa de vino viajaba, impenitente, de la mesa a sus labios, mientras esbozaba un gesto entre la sorpresa y la indignación. “¡Pero si cuando llegó a tu despacho era un mindundi ¡”  “¡Pero ….. sin la proyección que le ha dado ser tu socio, aun estaría en el mas absoluto de los anonimatos ¡”.

A medida que la comida avanza, el reconfortante calor de la amistad sincera permite apuntalar mi maltrecho ego, la autoestima que, lenta pero inexorablemente, habían ido socavando los cuervos que revoloteaban en torno a lo que, estaban convencidos, era mi cadáver profesional y, porque no escribirlo, personal. Y aquella mirada cautivadora, que te transmite siempre la calidez de la lealtad única, te inyecta una dosis reconfortante de confianza. En ti, en lo que eres, en lo que has hecho. Y te abre los ojos. A lo que te están intentado hacer.

 

 

Short Message Service (sms). (2)


Inicio del S.M.S.

Lo intentaré, no te garantizo nada, sólo las ganas de que se solucione de la mejor forma posible para todos. Un abrazo!!

Fin del S.M.S.

No tuve presente que él también estaba detrás de mi despacho, también lo quería para sus negocietes de tapadillo. ¿Para qué? Ahora lo sé. Casualidades, las justas. Abrazo de Judas.

 

 

 

Llegan los refuerzos. (II)

 

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová,
pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”
Libro de Jeremías, Jeremías, 29, 11

 

Agobiado de la manera mas imbécil con lo que me parecía una deuda de honor, la autoimpuesta obligación de cerrar un acuerdo con él, …. casi perdí la brújula. Cuando ella me ayudó a recuperar el rumbo, una vez que me aportó la lucidez que no albiraba, cuando conseguí la fuerza que necesitaba para decir basta, todo cambio para mi.

Apareció desde el pasado. Para darme un abrazo, primero, y un espaldarazo, después. Y un plan. Esa energía que forma parte de su esencia, que es vitola de su persona, puesta a mi servicio por puro afecto, por total desinterés. Con un colofón inesperado.

Para mi sorpresa, una vez que se supo que no habría acuerdo, una vez que terceros supieron que para él “no valía nada”, y que “no tenia dinero”, y que “te hago un favor quedándome con estos”, cuando lo dejé fuera… llegó el estrambote mágico. Como por ensalmo, lo quiso media ciudad. Sin necesidad, siquiera, de ponerlo en el mercado.

Y, por si no fuera poco, allí estaba el mejor, postulándose para quedarse a mi lado.

Había valido la pena. La calma tras la tempestad. La ayuda generosa. Miré a los montes, y de ellos me llegó la ayuda.

 

 

 

Frasecitas. (III)

“¿Que edad tienes? ¿Qué edad tiene él? Es mucho mas joven. Le seguirán a él”.

¡No te jode… el profeta!

¿Vale todo para lograr el objetivo? Presionarte hasta el ahogo, para lograr algo mas de poder y otro puñado de monedas. No tener limite para apoderarte de lo que no es tuyo. Y, además, crearte coartadas morales para, por supuesto, disfrazarlo de una leve pátina de legitimidad. Y mas, cuando había, por en medio, algo que quería parecerse a una amistad entre nosotros. Probablemente mezclado con otros sentimientos. Nada es siempre una sola cosa. Pero ….

 

 

¡Menudo negociador!

“… pues la ignorancia es servidora del orgullo,
y la testarudez amante de la ambición”
“Un tronar de tambores”
James Warner Bellah

¿En qué momento dejó de comportarse como el amigo leal que parecía y en el buen socio que fingía ser? Y, sobre todo, ¿por qué? ¿Qué lo convirtió de un compañero de viaje bastante adecuado en un “narciso” de manual? Me hubiera gustado saberlo.
Pero ahora… ahora ya da igual. No voy a dedicarle ni un ápice de mi vida al tema. Demasiadas vueltas le he dado, demasiadas noches sin dormir, demasiados quebraderos de cabeza, intentado descifrar lo que probablemente o es indescifrable o es demasiado evidente. Al final, como casi siempre, todo se reduce a una mas que pésima novela negra, “cherchez la femme, cherchez…”.
Y, una vez que pude ponerme en mi sitio, cuando pude reaccionar, bloqueado como estaba por la sorpresa que tanta deslealtad generaba, ¿qué le llevó a intentar destruirlo todo, jugando contra mi lo que, sin duda, era una pésima partida de póker?

Allá fue con su farolito, porque no llegaba ni a farol la cartita que envió, para ver si me iba a arrugar. Error de cálculo. Ya estaba de nuevo en mi sitio, (sin duda mi peor pecado… no haberlo hecho antes) y había perdido su oportunidad, ciego como estaba de soberbia, “el despacho soy yo”, menuda cretinez. Hay que tener mas coraje y mucha mas inteligencia para jugar esas manos. El buen jugador sabe aprovecharse de las ganancias, pero debe estar preparado para asumir los daños. Y eso no entraba en sus cálculos.

Y, además, para entonces, ya se había instalado en la mugre. Falsificaba curriculums, intentaba imitar, sin base y sin fortuna, mi modelo de desarrollo profesional, lloriqueaba y mentía en torno a su situación económica, difamaba sin limites, manipulaba por doquier, era, en suma, un caballo sin frenos camino del abismo de la inmoralidad. Sin valorar las posibles consecuencias sobre las vidas de la gente que le había ayudado y servido bien y fielmente. Fuera de cualquier ruta ética mínimamente defendible. Lejos de esa cuenta de pérdidas y ganancias que llevas en el corazón para alimentar los sentimientos de respeto y fidelidad a los principios morales, a los compromisos establecidos con o hacia alguien. Moral, en suma. Algo que en esta historia brilla por su ausencia. Era nauseabundo. Pero, además, quedaba en evidencia. Menudo estratega. Menudo jugador de ventaja. Intentando aprovecharse de la debilidad del amigo. Pero, sobre todo, menudo negociador de pacotilla.

 

 

Sal en las heridas.

“Amistad que acaba no había comenzado”
“Sentencias» (Sententiae)
Publilio Siro (Publilius Syrius; 85 a. C. – 43 a. C.)

Así que por el camino también me he dejado una amistad encantadora con una mujer fantástica. De armas tomar, en el sentido mas amplio de la expresión. Inteligente, extremadamente inteligente, valiente, con un equilibro emocional fuera de lo común, especialista, como era, en controlar barrenas ajenas, con un sentido del humor muy personal, cargado de mala leche, pero brillante, ocurrente, culta hasta el extremo. Y cómplice en aficiones confesables. A la que, además, estaba agradecido hasta el tuétano. Pero que, para mi sorpresa, se prestó a intentar humillarme.

Donde siempre me había recomendado, dejó de hacerlo, para favorecer a mi ex socio, sabiendo, como sabía, que no era su especialidad. Que estaba fingiendo capacidades que no tenía. Probablemente porque alguna de las milongas que andaba explicando, ¡qué gran manipulador¡, había logrado calar en ella o, ¿por qué no?, porque alguien la llevaba en esa dirección.

El intercambio de mensajes de afecto venía siendo habitual; quería defender la relación con ella por respeto y por agradecimiento, …. incluso después de que ella me humillara haciéndome de menos profesionalmente. Pero nada hacía presagiar lo que faltaba por llegar. Después de muchos mensajes escritos, de muchos días sin oír su voz…. ahí estábamos, repasando mano a mano la actualidad personal y la literaria, que no era poco, ……. la conversación fluía dentro de la máxima cordialidad. Complicidad y respeto. Un verdadero placer.

Pero cuando se despedía…. inquirió:

-“Emilio, no me vas a decir nada?”

-“Sobre?”

-“Ya sabes. Venga. Hazlo por mí. Volvamos a la casilla de salida. Véndele el despacho. Podremos seguir comiendo los cuatro juntos”

-“Sara, deberías mantenerte al margen”

-“Pero si no vas a poder pagar ni las nóminas ….”

Si me pinchan, no me sacan sangre. Había adoptado, ella también, el santo y seña del traidor, su muletilla (y la de su aliado), el mantra de todas las semanas anteriores, la afirmación infundada que se había convertido en un estribillo de castigo. Cuando la realidad era todo lo contrario. Hacía casi un año que todo pendía de mi. ¿Una mentira convertida en verdad a fuerza de repetirse?

Me repuse. Casi no pude impedir que escapara una risa floja que, por suerte, se atoró en mi garganta pugnando, en vano, por salir. Pero dolía. Claro que dolía. Como la sal en las heridas.

Pero no tenía intención de complacerla. Mi decisión ya estaba tomada y, además, el farol, hecho o dicho jactancioso que carece de fundamento, según la R.A.E., no solo había quedado al descubierto, si no que ….. llegaba tarde. Lo que él despreciaba formalmente, y que su ambición deseaba compulsivamente, había encontrado acomodo en otra ruta, en otro proyecto.

Pero ella insistió. ¡A saber por qué¡ Y todo quedó en evidencia. Ya sabes. Te quiero si haces lo que yo quiero que hagas. Si no.… sales de mi vida.

-“Ya veremos”, le dije.

Pero nada, ni siquiera ella, podía lograr que diera marcha atrás. Ni por todo el oro del Perú vendería mi despacho a un traidor que había intentado aprovecharse de mi edad y de mi salud. Pero ella…. todavía hoy no logro entender como se pudo creer tanta mentira. ¿O no fue eso? O simplemente se sentía pasado y ella, o alguien de su mano, quería arrastrarme a esa condición. Todavía no había llegado mi momento. Me sentía más ahora que nunca.

Al día siguiente, en la maldita red social, estaba la excomunión. Le explicaba a todo el que quisiera leerla que como su amigo no hacía aquello que ella quería (sin pararse a pensar que para su amigo era un desastre lo que pretendían imponerle) ya no era su amigo. La débil línea que separa la interesada estupidez de la generosa agudeza.

¡Qué le vamos a hacer¡ Vivir es escoger. Al final, una parte relevante de la vida es gestionar los despojos que quedan de nuestros propios sentimientos. Los restos del naufragio. Ese “te quiero porque me eres útil”. En cuanto dejes de serlo…

 

 

Frasecitas. (IV)

“Lo que me han hecho”.

¿Lo que te han hecho? Lo que te has hecho. Deja de gimotear.

Actitud mendaz, codicia sin freno, estrategia errónea, análisis inadecuado, manipulación pérfida, …. ¿qué esperabas? Así no se construye nada.

 

 

Alfeñiques morales.

“Tienes que pensar como un héroe simplemente
para comportarte como un ser humano decente”.
De la película “La casa Rusia”

 

Su apuesta era por las paredes. Preferí a las personas. Con eso está todo dicho. Idiota, pensará de mí el economista “jugadorcito de tronos”, que necesita, para sobresalir, organizar vidas ajenas, ejerciendo de manera soberbia el poder que, circunstancialmente, detenta. Ingenuo, concluirá la chica a la que el miedo, miedo a la enfermedad, miedo al futuro, ¡nada más traidor que el miedo¡, llevó al desafecto, al “si me quieres, tienes que hacer lo que te diga. Y si no lo haces, ya no te quiero” sin parar en mientes que la amistad es respeto. Corto, rumiará el ex socio, convencido de que es el mas listo del mundo. Memos. ¡Qué sabrán ellos¡ Atrapados en sus propias mentiras, en sus manipulaciones patéticas, en sus patrañas, en el “todo vale por un daytona”, en la falta de escrúpulos!

Ya no sé si es que era lerdo o se lo hacia. Si su único propósito era venderme aquel brebaje de argumentos mas propios de un charlatán que de un estudioso mínimamente serio. Si se creía todas las memeces que decía…. o si creía que, al final, me iba a convencer de que eran ciertas. Pero fijo que o me veía débil o me tomaba por idiota. Ignorando que quizás habría que parafra­sear al Ortega de “La rebelión de las masas”. La realidad mal interpretada prepara su venganza.

Maquinando, con la sangre envenenada de arrogancia. Debieran leer a Von Schirah. La lealtad no es el ejercicio puntual de un acto bondadoso para con el otro. Es el hilo conductor de cualquier relación honesta, algo que la ilumina siempre y en cualquier circunstancia. Algo que, sin duda, ignoran.

Pero, además… ¿de verdad no se les ha ocurrido pensar que un par de llamadas, un par de audios y poco más y estarían en la mierda?

Sin reparo alguno, sin límites, no les ha importado tratar de destruir lo mas sagrado, aquello en lo que creo, aquello en lo que se suponía que creían.

Qué jodidos han tenido que estar, que jodidos están para llegar a hacer estas cosas. ¡¡¡Pobres!!! Alfeñiques morales. Para ellos debe resonar por siempre la maldición de Kierkegaard. «El estado más doloroso del ser es recordar el futuro, especialmente el que nunca tendrás».

  

Epílogo

Y al final, entre todos, una opereta absurda y patética. Un crío caprichoso y malcriado, un intrigante de vía estrecha ambicioso y turbio, un corifeo desleal, y una soprano desafinada riéndole las gracias al protagonista. Y un montón de chulería, de tácticas absurdas, de cobardías indignas. Un libreto ridículo. Cuanto tocaba hacer piña y remar al unísono mas que nunca ….. un órdago sórdido ….. solo por dinero. “Le daré unos retoques, y ganaré unos doscientos mil al año”.

He hecho lo que he podido para evitar el desastre.

Creo que fue Benjamín Franklin el que lanzó el aviso: Ay, we must all hang together, else we shall all hang separately. Ya lo sabéis. “…… nos colgarán por separado”.

 

 

Nota del autor del blog: He trabajado este texto, sobre las notas de Emilio, durante este año de pandemia. Jamás, ni en la peor de mis pesadillas, imaginé que la humanidad pudiera llegar a vivir lo que está sucediendo. Nunca he sido aficionado a las distopías, literarias o cinematográficas. Lo inverosímil me parecía innecesario. E imagino que, aunque solo sea por eso, me cogió aun más de sorpresa.

Silencié el blog. Creí que no estaba en situación de aportar nada que pudiera aliviar la tragedia que estábamos viviendo. No creo que este texto escape, ahora, a esa valoración inicial, pero, pasado un año, en puertas de una nueva primavera, a lo mejor, como lo que Emilio propone es, en realidad, una reflexión moral, “No todo vale. Nunca”, Igual alguien puede encontrar útil la historia. A saber.

En cualquier caso, mi respeto mas absoluto a la memoria de todas las personas fallecida por culpa de esta tragedia. D.E.P.