El pusilánime ingenuo y sentimental

“Cuando la vida quiere ser cruel, no hay mayor crueldad que vivir”
“Todo lo peor”
César Pérez Gellida.

“Si la vida da limones, limonada hago yo.
Lo amargo es sólo un gusto que tiene otro sabor”
“La Voz” del disco “Resistencia + Iva” (2000)
del grupo
Resistencia Suburbana

 

La palabra resuena concluyente en la boca de mi terapeuta quien, como siempre, ha acertado con el calificativo. Su hablar pausado se apoya, acostumbra a hacerlo, en una gestualidad prudente. Pero su capacidad de situar el adjetivo adecuado en el momento justo tiñe su prudencia de una rotundidad inhabitual. No es su única virtud. En aquel salón reina el sosiego, se palpa la calma que, sin duda, simboliza. Rodeado, como no podría ser de otra manera, de obras completas de referencia, los diferentes puntos de lectura instalados entre las paginas de los volúmenes delatan la presencia permanente de varios libros que están siendo leídos;  tres pequeños cuadros contienen una foto de Freud, un pergamino con el dibujo de un viejo chino y un grabado que nadie, ni siquiera él, sabe lo que es, lo que, en el fondo, resulta adecuado a lo que suele suceder en aquel aposento de ventanal amplio y clima estable, diván y sillón, a elección del visitante, y en el que ejerce su capacidad de influir con un lenguaje reposado y preciso a la vez.

Llevamos muchas sesiones intentando descifrar los códigos emocionales que componen la partitura de mis días y el origen de mis cuitas. E, intuyo, algunas veces, demasiadas, le sorprende como están grabadas a fuego en mi medula determinadas conductas. Amar hasta la extenuación, que no deja de ser sinónimo de autodestrucción, y que eso te convierta en especialmente vulnerable; callar para no herir, lo que confunde siempre a los que interpretan tu silencio como debilidad; la ingenuidad que espera de los demás lo mismo o parecido a lo que sueles darles, confiando aún en la natural bondad del ser humano, lo que acaba permitiendo el abuso.

Y, sin caer en la desesperación, sería mucho decir, no acaba de comprender como no logro interiorizar sus enseñanzas. Que el amor es relativo y egoísta a la vez, que hay que dar, aunque solo sea de vez en cuando, un puñetazo en la mesa, contundente a ser posible y que la vida es dura y nadie regala nada de nada. Que una cosa es lo posible y otra lo probable. Y que mejor no bajes la guardia porque cualquiera te puede usar a su conveniencia o te va a obsequiar con una bonita traición, sin pestañear, sin perder ni un ápice la compostura fingida de la amante maravillosa, el amigo del alma o el hermano pequeño que no tenías.

Así que parafraseo un título de Le Carré (hacerlo con un maestro consumado nunca es plagio) y aquí estoy. “El pusilánime ingenuo y sentimental”. Volviendo a intentar reconstruirme para superar el enésimo episodio, la penúltima derrota, la innecesaria crueldad reciente. Sabiendo que lo que no te mata te hace mas fuerte, Nietzsche dixit, o al menos así debería ser. Y que, algunas veces, solo algunas veces, el derrotado disfruta de un aura romántica, que hace que se hable de él o se le recuerde precisamente porque perdió.

Como dijo el columnista Jan Mulder en “Brilliant Orange”, el clásico de David Winner sobre «el arte, la fuerza y la vulnerabilidad del fútbol holandés»: “Seguimos hablando de aquel maravilloso equipo que perdió, precisamente porque perdió. Si hubiese ganado, sería menos interesante, menos romántico». Por supuesto, está hablando de la Holanda de Cruyff.

¿Perder te hace más interesante? ¿No es tan romántico ganar como perder? O, simplemente es una vana aspiración pagar el precio de la derrota para conseguir que alguien se detenga a aquilatar tu capacidad para no herir, para respetar, para no golpear primero como una manera legítima de transitar por la vida y pretender que eso se acabe tornando en una loa a tus derrotas como paradigma de una manera de entender la vida. O, sencillamente, ser interesante y romántico, pusilánime, ingenuo y sentimental no es mas que una fútil vanidad. O una solemne cobardía. 

O, ¡qué demonios!, simplemente, ……. la vida es así, te da y te quita con igual saña y, cuando sale cruz, coges el limón, y haces limonada, como el cantante. Porque lo amargo, también es un sabor. Y, luego, ya veremos.

«Tras lo cual distribuí una fotocopia en la que
había escrito mis siete mandamientos:
…………..
Olvidadlo todo, pero no perdonéis nada»
«La cocinera de Himmler»
Franz-Olivier Giesbert